La cosmopolita y tolerante Mardin
Mardin exhibe en cada rincón su carácter cosmopolita, algo que no es fácil en una tierra que ha sido objeto de una constante lucha de civilizaciones; de hecho, uno de los símbolos distintivos de Mardin fue el ser siempre una ciudad tolerante y abierta, en la que convivían sin grandes problemas diferentes religiones y etnias, un espíritu que ni la cruel I Guerra Mundial pudo derrotar completamente.
Esta convivencia no solo se refleja en el carácter amable y hospitalario de sus habitantes, sino también en su aspecto físico, el cual es fruto de la mezcla de la genética de los distintos pueblos (asirios, babilónicos, romanos, persas, otomanos…) que han habitado desde sus orígenes esta milenaria ciudad.
Temple mesopotámico moldeado por ese clima frío en invierno y extremadamente cálido en verano, que condiciona el ritmo diario de la ciudad especialmente durante el estío, cuando los habitantes de Mardin huyen del calor en las horas centrales del día y duermen por la noche en camas ubicadas en las terrazas, disfrutando de la brisa y de las vistas de la inmensidad de la llanura.
¿Que ver en Mardin? – Patrimonio Islámico
El principal referente monumental de Mardin es la Gran Mezquita de Mardin (Ulu Camii), un hermoso templo construido por los artúquidas en el siglo XII y cuyo minarete se ha convertido en la estampa más fotografiada de la ciudad.
La foto del solitario alminar (originalmente tenía 2) se combina en el cielo con la gran cúpula del templo, trazando así el singular perfil exterior de la mezquita; tras sus estrechas puertas se accede a un pequeño patio donde muchos fieles se agolpan para realizar la ablución en una fuente circular de piedra caliza o bien descansan a la sombra de sus soportales.
El interior es austero siendo su detallista Mihrab el elemento artístico más destacable; con todo los visitantes suelen prestar más atención a una pequeña urna en la pared, donde supuestamente se guardan pelos de la barba del profeta Mahoma.
La arquitectura islámica de Mardin se desarrolla, en gran parte, libre de la influencia otomana clásica y sus edificios presumen no solo de antigüedad, sino también de un estilo propio que se materializa en tallados y juegos geométricos plenos en riqueza visual.
El elenco de mezquitas históricas en Mardin es interminable y abarcan todos los períodos desde actualidad hasta la llegada del Islam a estas tierras allá por el siglo XI, siendo las más famosas las Mezquitas de Melik Mahmut, la de Reyhaniye o la de Latfiye.
Con todo y pese a esta gran diversidad de mezquitas, son las madrasas las que se llevan los principales elogios de los expertos. La mayoría de estas antiguas escuelas coránicas han sido reconvertidas a otros usos, pero siguen guardando su esencia, siendo sobresalientes en su fotogenia las Madrasas de Zinciriye o la de Şehidiye, con sus amplios patios y vistas de impresión.
¿Qué ver en Mardin? – Patrimonio Cristiano
Si la impronta del Islam en Mardin es rica y majestuosa, el cristianismo parece que no quiere quedarse atrás y su patrimonio abunda en cada rincón de la ciudad.
La mayoría de los cristianos de Mardin son fieles a la iglesia siriaca que cuenta con varios monasterios en Mardin, siendo el deDaryülzafaran(también conocido por el nombre de Saffron)el de mayor relevancia, ya que desde 1160 hasta 1932 constituyó la sede oficial del Patriarcado de la iglesia ortodoxa siria.
Este histórico monasterio se ubica a 5 km del centro de Mardin, pero quien quiera acercarse a la cultura cristiana siriaca no tiene porque alejarse tanto del casco urbano, ya que aquí aun perviven varios templos de esta corriente religiosa, siendo el Monasterio de Mor Behnam (Kırklar) el más visitado y en donde, si tenemos suerte, podemos llegar incluso a escuchar la liturgia en arameo, la lengua materna de Jesús y que en la actualidad está en franca regresión.
Dentro de la comunidad cristiana asiria no todos profesaban la corriente ortodoxa, sino que algunos mantenían comunión con el Papa romano y se regían por los edictos del Patriarcado Siriaco Católico; el patriarca ubicó su sede en Mardin en 1854 y levantó su complejo religioso en el edificio hoy ocupado por el Museo de Mardin y en cuyo interior aun sigue activa la iglesia de Meryem Ana, aunque solo abre durante los oficios dominicales.
Estos patriarcados siriacos acabarían por moverse a ubicaciones más seguras tras los controvertidos genocidios acontecidos durante el desmembramiento del Imperio Otomano, lo que conllevaría que Mardin perdiese gran parte de su población de origen cristiano.